Existen actitudes que en sí mismas pueden definir toda una estrategia vital. Tiene que ser algo tan sencillo, como definitorio. Todos los directivos empresariales que he conocido, a los que pudiera considerar como brillantes o excelentes, ostentaban una característica común: la de gestionar con la misma pasión, tenacidad y habilidades, con independencia de si la firma era de su titularidad o trabajaban para terceros.
Los individuos, y aunque resulte redundante, casi de Perogrullo, lo que mejor hacen es lo que les gusta. Por eso, cuando la coyuntura lo hace viable, es un verdadero arte el canalizar los carismas, e innatas habilidades de las personas, hacia las áreas donde mayor producción, rentabilidad y satisfacción se va a generar. Insisto en el factor de cuando las circunstancias lo hacen posible, porque ya resulta cansino el rollo teórico del emprendedor que no ejecuta, o del “motivador” que no puede , o no quiere, retribuir adecuadamente a su equipo. Cuando no cubrimos los mínimos, citar la pirámide de Maslow resulta insultante.
¿Cómo podríamos definir a ese líder empresarial?. En más de una ocasión, me he planteado porque podría contratarme un empresario, o un consejo de administración, para liderar su empresa, parte de sus activos o su patrimonio. Realmente, sobre todo en los niveles en que se mueve la mayor parte del tejido empresarial español, muy distante de grandes emporios y multinacionales, hablamos de ceder todo un mundo, una creación, un futuro ilusionante. Quien solo vea dinero, creo humildemente que se equivoca. Personalmente considero que las necesidades a satisfacer, al menos las de primer orden son capacidad, confianza y experiencia. Si voy a ceder parte del control de algo muy importante para mí, debo tener la seguridad, mínimo la intuición, de que voy a ser correspondido por alguien que va a preservar y mejorar mi patrimonio, que va a disponer de los recursos como un buen padre de familia, y sobre todo con el que existe un lazo de lealtad. ¡Si, he mencionado la lealtad!, algo descuidado por las escuelas de negocios, pero que el día a día, demuestra que es tan apreciado por todos los colaboradores, y en todos los niveles. Eso si, no esperes mucho ser correspondido…….
Y vamos a seguir con esas obviedades, de las que muchos no se acuerdan casi nunca. Un líder debe estar en constante desarrollo, aprendiendo nuevas capacidades y conocimientos que ejecuta, y por tanto, sabe de la importancia de adherir talento. Siempre rodearse de los mejores, del más sólido y cohesionado de los equipos.
Frente a esta contrastada capacidad, destacan los que se rodean de tibios y grises, para que no le resten notoriedad. Son muchos los factores decisivos, pero intento condensarlos en solo seis:
- Organizativo: visión global de negocio, un conocimiento profundo de la compañía. Proyección permanente a optimizar todos los recursos, pero siempre con un análisis plenamente global. Importante fomentar una ágil capacidad de reacción, así como de resolución de problemas de todo tipo y dimensionamiento.
- Honesto: La honestidad abarca muchos planos. La honestidad se asocia con transparencia y sana complicidad. La honestidad es un valor presente en cualquier persona con liderazgo. Los colaboradores detectan esta honestidad, comprendiendo que están delante de un líder que no les va a dejar en mitad del camino.
- Resolutivo: Toma decisiones, es responsable y no se esconde ante sus posibles consecuencias. Finalmente la viabilidad de empresas y proyectos se determina por alcanzar resultados. La cuenta de explotación, al menos globalmente, debe confirmar las verdaderas capacidades.
- Creativo: En un mercado cambiante hay que estar permanentemente atento a todas las innovaciones y en todas las áreas. Nuevos mercados, nuevos productos, últimas tendencias, mejores metas. Mantener la mente abierta, y no caer en la rutina o en la mediocridad de que lo bueno, es lo de siempre.
- Negociador: Persuadir, convencer y atraer a todo tipo de colectivos, y en todo tipo de circunstancias. Un individuo sutil, y lo suficientemente inteligente para propiciar los puntos de unión, los puntos en común. Negociar es demostrar, de forma clara y precisa, todo lo que nos beneficia un proyecto, un acuerdo, una idea.
- Comunicador: Una buena capacidad para transmitir ideas, conceptos y retos. Pero lo más importante, para rematar las habilidades comunicativas es la consecuencia. Es importante que la fuerza de los hechos, tu forma de actuar y comportarte, respalde tus aseveraciones y argumentos. No hay nada como la fuerza del ejemplo.
¿Y donde esta esa lealtad?. No, no me olvido en absoluto. Pero esto es como en el servicio militar: el valor se le supone. Aquí exactamente igual, si no existe lealtad, olvídate de todo lo demás.
Luis Nantón
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SIEMPRE APRENDIENDO
Ante todo gracias por tu visita.
Te presento un recopilatorio de los artículos que semanalmente se publican en el CANARIAS 7, y que con auténtica finalidad terapéutica, me permiten soltar algo de lastre y compartir. En cierta medida, de eso se trata al escribir, de un sano impulso por compartir.
La experiencia es fruto directo de las vivencias que has englobado en tu vida, y mientras más dinámico, proactivo y decidido sea tu carácter, mayor es el número de percances, fracasos, éxitos… Los que están siempre en un sofá, suelen equivocarse muy poco…
Y, posiblemente eso sea la experiencia, el superar, o al menos intentarlo, infinidad de inconvenientes y obstáculos, procurando aprender al máximo de cada una de esas vivencias, por eso escribo, y me repito lo de siempre aprendiendo, siempre.
Me encantan los libros, desvelar sus secretos, y sobre todo vivificarlos. Es un verdadero reto alquímico. En su día, la novela de William Goldman “La Princesa Prometida” me desveló una de las primeras señales que han guiado mi camino. La vida es tremendamente injusta, absolutamente tendente al caos, pero es una experiencia única y verdaderamente hermosa. En esa dicotomía puede encontrarse ese óctuple noble sendero que determina la frase de aquel viejo samurái: “No importa la victoria, sino la pureza de la acción”.
Como un moderno y modesto samurái me veo ahora, en este siglo XXI… siempre aprendiendo. Los hombres de empresa, los hombres que intentamos sacar adelante los proyectos de inversión, la creación de empleo, los crecimientos sostenibles, imprimimos cierto carácter guerrero a una cuestión que es mucho más que números. Si además, te obstinas en combinar el sentido común, con principios, voluntad de superación y responsabilidad, ya es un lujo.
Si también logramos inferir carácter, lealtad y sobre todo principios a la actividad económica, es que esa guerra merece la pena. Posiblemente sea un justo combate.
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