Hace unas semanas se extendió un “meme” con una noticia aparentemente falsa, donde le asignaban a una señora, supuestamente miembro del partido morado, una serie de capulladas sobre la maligna masculinidad del volcán de La Palma. Las mentiras, las noticias falsas, suponen un problema, pero a mi entender el principal y verdadero embolado, es que, hasta la chorrada más mastodóntica, hasta el absurdo más impensable, en estos tiempos, puede ser verdad. Nos hemos acostumbrado a que cualquier cretino suelte su frase genial, así que todo esperpento es posible. Mucho peor es cuando el disparate viene en forma de Decreto Ley. Esos dan un poco más de miedo.
Generalmente hay muchas creaciones cinematográficas que son como “pulsadores” para captar la sensibilidad de la ciudadanía, sobre alguna de las tendencias que próximamente alguien desea imponer. Una de las series más chocantes y agresivas ha sido Black Mirror, donde se combinaban las más inquietantes locuras, con peligros o problemas que comenzábamos a atisbar. En uno de estos capítulos se reflejaba una sociedad orwelliana, donde los proletarios se dedican a pedalear para generar energía a la clase superior, que liquida sus obligaciones con este nuevo proletariado con simple entretenimiento. Parece ser que cada día resulta más evidente que nos quieren a todos pedaleando fuerte…muy fuerte. Ya se me parece el circular logotipo de su agenda 2030, a las ruedas de una esclavizante bicicleta.
Pero lo que evocó esta distópica pesadilla de las dichosas bicicletas fue la última gala de los Príncipes de Gales, celebrada en Londres, hace unas semanas. Para las élites globalistas, para los que mandan, es importante ofrecer la apariencia de ecológico, verde, paritario y resiliente. Por eso, el espectáculo musical que se ofrecía a la clase dirigente obtenía su energía de 60 pollos, espero que voluntarios, dándole al pedal, para que la gente guapa pueda disfrutar de un espectáculo ecológico y amigable. Todo esto explica muy acertadamente cierta actitud moral de las élites, completamente alejadas de lo que preocupa a la gente llana. Que para poder montar su fiestorrón, en la que se congratularon de lo conscientes y generosos que son al preocuparse por el planeta, requiriendo los servicios de sesenta personas utilizadas como meros motores humanos.
Y ya que estamos con el área principesca, debo reconocer que desaparecieron de un plumazo todos los recuerdos literarios de la melosa obra “Príncipe y Mendigo” cuando vi el video de la fiesta cutre QUEER celebrada en el UWC Atlantic College de Gales, donde cursa sus estudios la princesa Leonor, heredera al trono de nuestra nación, o a lo que quede de él. Nos venden el evento como un canto a la diversidad, pero posiblemente solo se trate de una oda al despiste, al mal gusto, en una errática línea pedagógica donde el sexo es una mera declaración de voluntad, un acto registral y no biológico. O sea, que basta con ir al fedatario público y decir que uno ya no es Juan, sino Pepa Sagitario, para que a todos los efectos se le considere mujer o, incluso, persona de género “no binario”. Con los adultos todo esto no me preocupa mucho, la naturaleza y la biología generalmente vuelven a su origen, lo malo es cuando se trata de un feroz adoctrinamiento de los niños. Doy las gracias, porque por ahora me toca pedalear bastante poco, para que los pijo progres se sientan solidarios y resilientes.
Una sociedad totalitaria es una sociedad en la que exclusivamente se concibe la existencia de una sola ideología, donde prima el pensamiento único, y en la que todo en la vida se hace ideológicamente. Eso es lo que estamos sufriendo en multitud de naciones, donde un progresismo entronizado por una falsa autoridad moral ha ejecutado una política cultural radicalmente intolerante, obsesionada con la raza, el género y el sexo, tratando obsesivamente de remodelar nuestra sociedad de acuerdo con sus radicales creencias. Esto es lo que inoculan por y para la gente guapa, y lo denominan «wokismo», un término que pretende reflejar que estos son seres iluminados, o al menos se lo creen, mientras que el resto seguimos anquilosados por el fanatismo más obtuso.
Los que realmente son intolerantes son esta tropa, aislada en sus lujosas bolas de cristal, ya que son completamente intransigentes con cualquier disidencia. No sólo creen que los que no están de acuerdo están equivocados, sino que conjeturan que son malvados y deben ser eliminados. Debemos ser depurados para ser salvados. Esta es una de las razones por las que este nuevo totalitarismo aparentemente «blando» es tan excluyente como todos los demás. No hay policía secreta, ni gulags, ni dictadores, pero el globo está siendo deconstruido en un modelo totalitario con unas cadenas tan rígidas, como sutiles.
No lo duden mucho, el wokismo se ha convertido en la ideología de las élites gobernantes. Las convulsiones revolucionarias no suelen surgir de abajo hacia arriba. Aparecen cuando las élites de una sociedad adoptan las nuevas ideas y las extienden en todos sus complejos circuitos. Así ocurrió con el wokismo. Es como el tema de este delirante y excluyente feminismo avasallador que cada día demuestra no conocer límites. A las feministas de la nueva ola la igualdad no les importa absolutamente nada, han sustituido la legítima lucha de toda la ciudadanía por la equiparación de derechos, en un delirio postmarxista en el que actúan como una clase oprimida que sueña con ser opresora. Es una simple, y burda imitación de la superada lucha de clases. Un concepto de igualdad extremadamente parcial, incluso con la maravillosa decisión de procrear -y también su contrario, es decir, abortar-, es que para ellas esto es exclusiva potestad de la mujer y el hombre debe callar y aceptar la decisión. Porque si la maternidad es el derecho, la consecuencia es que el hijo es de la madre y solo de ella y por lo tanto el varón es una figura absolutamente prescindible.
No soy muy optimista, eso sobra comentarlo, pero me agrada reconocer que sí albergo esperanza. La diferencia estriba en que el optimista cree ilusoriamente que todo saldrá bien. Pero eso no es cierto, ni tampoco posible. La vida conlleva esperanza, pero también sabemos que la vida es lucha, esfuerzo y superación. De nuevo, es una verdad difícil de aceptar, por apremiante y contrastada que resulte, por eso pienso y creo que es mejor aceptar la dura verdad que vivir con una cómoda mentira.
Nos quieren pobres, sumisos, sin género y pedaleando para mantener su nivel de vida. Luego querrán que no nos radicalicemos.
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SIEMPRE APRENDIENDO
Ante todo gracias por tu visita.
Te presento un recopilatorio de los artículos que semanalmente se publican en el CANARIAS 7, y que con auténtica finalidad terapéutica, me permiten soltar algo de lastre y compartir. En cierta medida, de eso se trata al escribir, de un sano impulso por compartir.
La experiencia es fruto directo de las vivencias que has englobado en tu vida, y mientras más dinámico, proactivo y decidido sea tu carácter, mayor es el número de percances, fracasos, éxitos… Los que están siempre en un sofá, suelen equivocarse muy poco…
Y, posiblemente eso sea la experiencia, el superar, o al menos intentarlo, infinidad de inconvenientes y obstáculos, procurando aprender al máximo de cada una de esas vivencias, por eso escribo, y me repito lo de siempre aprendiendo, siempre.
Me encantan los libros, desvelar sus secretos, y sobre todo vivificarlos. Es un verdadero reto alquímico. En su día, la novela de William Goldman “La Princesa Prometida” me desveló una de las primeras señales que han guiado mi camino. La vida es tremendamente injusta, absolutamente tendente al caos, pero es una experiencia única y verdaderamente hermosa. En esa dicotomía puede encontrarse ese óctuple noble sendero que determina la frase de aquel viejo samurái: “No importa la victoria, sino la pureza de la acción”.
Como un moderno y modesto samurái me veo ahora, en este siglo XXI… siempre aprendiendo. Los hombres de empresa, los hombres que intentamos sacar adelante los proyectos de inversión, la creación de empleo, los crecimientos sostenibles, imprimimos cierto carácter guerrero a una cuestión que es mucho más que números. Si además, te obstinas en combinar el sentido común, con principios, voluntad de superación y responsabilidad, ya es un lujo.
Si también logramos inferir carácter, lealtad y sobre todo principios a la actividad económica, es que esa guerra merece la pena. Posiblemente sea un justo combate.
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