Disfruto de la amistad de varios ciudadanos venezolanos, que cuando nos visitan, todos bromean con que vienen del futuro. La explicación, es que ellos ya han sufrido en su país el lento, pero inexorable proceso que asola a España en la actualidad. Un proceso por el que un partido, y su mesiánico líder, fagocitaba una tras otra, todas las instancias del poder. Eliminaba la separación de poderes, generaba corruptas redes clientelares y poco a poco se introducía y dominaba todas las instancias del Estado. ¿No les suena de algo?
Siempre me ha fascinado viajar, pero cuando he visitado países como Francia, Inglaterra o núcleos como Escandinavia, he evaluado directamente un proceso de sustitución demográfica, de verdadera ingeniería social, que termina por convertirte en extranjero en la tierra de tus padres. No es una exageración, lo puede calibrar directamente, otra cosa es que no quiera verlo. Y por favor, si vive de este cuento, ahórrese el rollete de las excelencias de la multiculturalidad
El actual mundo político poco o nada tiene que ver con el universo de las ideas, es más un simple y chabacano mercadeo. La casta política, los profesionales de este negocio, se reparten el poder desde hace muchas décadas. Poco les importa el bien común, y mucho menos los ciudadanos. Ya no son necesarios programas, ideas o estrategias. Basta con marketing, con imágenes, con relatos que se fundamentan en manipular sentimientos e ilustraciones que promueven la más burda polarización…
Esta política descafeinada nada tiene que ver con la realidad, con lo que realmente acontece, y crece de generar continuos relatos, que solo tienen como objetivo el perpetuarse en el poder. Poder para unos partidos y sus dirigentes, totalmente desconectados del interés natural de la ciudadanía…el bien común.
Vivimos atados al relato. No importa lo absurdo, inconsistente y alejado de la realidad que sea, dado que los medios de comunicación subvencionados, con su sincronizada manipulación, convertirán lo negro en blanco. Sufrimos una deriva progresiva de todo un sistema, una auténtica transformación en patética república bananera, con el silencio de una nación que renuncia a defender su libertad. Ya nos previno Dostoievski: “La mejor manera de evitar que un prisionero escape, es asegurarse que nunca sepa que está en prisión”. Pero…aquí los barrotes se pueden tocar, y da miedo.
Para mantener ese relato, a los que mandan les viene muy bien continuar con las etiquetas de siempre. Por eso invierten tantos recursos en manipular la historia, para así mantener falsos estereotipos, que aprisionan nuestras mentes. La mayor parte de los “profesionales del periodismo” continúan hablando de derechas e izquierdas, y puedo comprenderlo como ligera referencia, pero sin perder de vista que están anclados en “marcas” centenarias, que ya no tienen vigencia. Su objetivo es condicionar votos y opiniones, en base a desfasados estereotipos. Es sencillo, si percibes la realidad, si mantienes un sano espíritu crítico y defiendes tus convicciones y parecer…eres un fascista, eres de extrema derecha.
Y ya que estamos con las dichosas etiquetas, para definir “derecha” primero habría que definir “izquierda”, puesto que aquella surge como oposición a esta. Cerrando la formula, “extrema derecha” sería lo que se opone a la izquierda en su grado máximo, esto es, lo más diferente a ella. La izquierda hace muchísimo tiempo que le dio la espalda a sus nacionales, y sobre todo a los trabajadores. Francia es un buen ejemplo de ello, y España también, la mayor parte de los votantes de Le Pen son trabajadores, que han sido abandonados totalmente por partidos y sindicatos progres.
Desde el alumbramiento de la Agenda 2030, lo que se etiqueta como izquierda, rechazó su histórico discurso y abrazó fanáticamente todo el constructo globalista: “catecismo del cambio climático”, “desarrollo sostenible”, “corrección política”, “estudios de género”, “multiculturalidad”, “igualdad, inclusión, diversidad” y un largo etc. Últimamente, y sobre todo desde Bruselas, han apretado el acelerador, porque perciben que la ciudadanía se está percatando, por puro sentido común, de la absurda locura suicida que promueven.
La derecha tradicional, y seguimos abusando de desfasadas etiquetas, se obstina en conservar 4 chorradas, mientras va retrocediendo sin parar. Llegan a tal punto, que conservadores y socialdemócratas defienden lo mismo, votan lo mismo y tienen a los mismos patrocinadores. Los acomplejados conservadores no han sido freno para las novaciones utópicas y disparatadas de la izquierda y así el más desenfrenado wokismo se ha apoderado de Europa. Han tragado con absolutamente todo: confinamientos, pasaportes vacunales, censura en el discurso, creaciones orwellianas como los ‘delitos de odio’, delitos de autor (la ‘violencia de género’ asentada en una dogmática que criminaliza todo un sexo), reescritura obligatoria de la historia, catastrofismo climático con tintes religiosos que justifican medidas ruinosas y liberticidas, o papeles para todos, desequilibrando presupuestos nacionales en nombre de una solidaridad tan hipócrita como imposible de sustentar.
Y es a esto a lo que reacciona un número creciente de ciudadanos, que no plantean rememorar movimientos del pasado, sino recuperar el sentido de sus vidas, el sentido común, y conservar y potenciar un legado para sus hijos. No se deje engañar por burdas etiquetas, se trata de recuperar: el orden público, la seguridad en las calles, la inmigración ordenada, la libertad de expresión, impuestos justos y un gobierno con los suficientes contrapesos y garantías.
Lo estamos viendo, nos están contando con todo detalle las oscuras experiencias de otros países en “transformación”, para los que a lo mejor es demasiado tarde. No quiero ni una política de sustitución social, cultural y económica, ni recetas bolivarianas para aupar a hambrientos sicarios, siempre sedientos de nuestra libertad. No quiero ese futuro, reniego de todo ello.
Comprendo que el panorama descrito no resulta alentador. Contra esta amenaza que ya está ahí, necesitamos una oposición que constituya una alternativa real capaz de revertir este caos. La empresa es complicadísima, pero no tenemos otra opción que luchar. El que quiera entender, que entienda.
Luis Nantón Díaz
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SIEMPRE APRENDIENDO
Ante todo gracias por tu visita.
Te presento un recopilatorio de los artículos que semanalmente se publican en el CANARIAS 7, y que con auténtica finalidad terapéutica, me permiten soltar algo de lastre y compartir. En cierta medida, de eso se trata al escribir, de un sano impulso por compartir.
La experiencia es fruto directo de las vivencias que has englobado en tu vida, y mientras más dinámico, proactivo y decidido sea tu carácter, mayor es el número de percances, fracasos, éxitos… Los que están siempre en un sofá, suelen equivocarse muy poco…
Y, posiblemente eso sea la experiencia, el superar, o al menos intentarlo, infinidad de inconvenientes y obstáculos, procurando aprender al máximo de cada una de esas vivencias, por eso escribo, y me repito lo de siempre aprendiendo, siempre.
Me encantan los libros, desvelar sus secretos, y sobre todo vivificarlos. Es un verdadero reto alquímico. En su día, la novela de William Goldman “La Princesa Prometida” me desveló una de las primeras señales que han guiado mi camino. La vida es tremendamente injusta, absolutamente tendente al caos, pero es una experiencia única y verdaderamente hermosa. En esa dicotomía puede encontrarse ese óctuple noble sendero que determina la frase de aquel viejo samurái: “No importa la victoria, sino la pureza de la acción”.
Como un moderno y modesto samurái me veo ahora, en este siglo XXI… siempre aprendiendo. Los hombres de empresa, los hombres que intentamos sacar adelante los proyectos de inversión, la creación de empleo, los crecimientos sostenibles, imprimimos cierto carácter guerrero a una cuestión que es mucho más que números. Si además, te obstinas en combinar el sentido común, con principios, voluntad de superación y responsabilidad, ya es un lujo.
Si también logramos inferir carácter, lealtad y sobre todo principios a la actividad económica, es que esa guerra merece la pena. Posiblemente sea un justo combate.
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