Creo que me enfrenté a este texto, bastante desconocido para los lectores españoles, allá por el 2018. Inicié su lectura con ciertas reservas, porque salvo excepciones, no suelo conectar con la literatura moderna norteamericana. Pero es un texto bastante curioso, muy significativo, dado que nada totalmente contra corriente. Por cierto, no he visto la película de Ron Howard basada en esta historia…otra de mis ilusionantes partidas pendientes.
El libro “Hillbilly Elegy” es obra del senador de los EE. UU. J.D.Vance y supuso un desbordante éxito de ventas en 2017. Fue un soplo de oxígeno cuando la ciudadanía trataba de entender cómo la demócrata Hillary Clinton había perdido los estados del “cinturón del óxido”. Los europeos, que vimos como esta señora regó de guerras y bombardeos medio mundo, a lo mejor lo teníamos algo más claro. Vance, ha sido elegido recientemente por Donald Trump, candidato a presidente, como su segundo. Este libro, su libro, nos ayuda a entender esta fuerte y polémica apuesta de Trump.
“Hillbilly Elegy” es un manual para la forja del carácter. Narra multitud de historias conmovedoras sobre la infancia y juventud de Vance, sobre su madre drogadicta y su abuela malhablada y extremadamente dura. Sus líneas intentan explicar el descontento de los estadounidenses blancos de clase trabajadora, agobiados al sentirse de lado mientras eran testigos de la decadencia de pueblos y ciudades antaño prósperos. No se trata solo de economía, es un estilo de vida.
Me da la impresión de que el senador Vance, un hombre especialmente joven para tamaña responsabilidad, es un individuo profundamente desconfiado de las instituciones elitistas y de sus arreglos y ardides para beneficiar a otras élites. No nos olvidemos de que es un hombre hecho a sí mismo. Recuerde que se licenció en Derecho en Yale y trabajó en Silicon Valley. Es un hombre de extremos, familiarizado con los pasillos de las multinacionales, pero también con la sencillez de los barrios trabajadores. Es, en potencia, una reacción a la laminación cultural y social a la que nos condenan las agendas globalistas.
Ante todo, Vance es una apuesta del presidente Trump. Vance es joven, combativo, dinámico y brillante. El experimentado candidato Trump pudo elegir a alguien más firme, pero quería definir la dirección de los conservadores en Estados Unidos para las próximas décadas. Hablamos de una corriente con reivindicaciones culturales, con posicionamientos de conjunto. No las casposas recetas de siempre. Un partido republicano realmente populista, menos internacionalista, económicamente más ponderado, socialmente tradicional y más reaccionario frente a las instituciones que han sido dominadas por la maquinaria woke y sus alocadas políticas.
Como casi todos los países, no puede ser de otra forma con el cuento globalizador y sus agendas internacionales, Estados Unidos está hoy peor que en 2019. Aumento progresivo de la pobreza, deuda desmesurada, dependencias y toxicomanías, inflación imparable, pérdida de capacidad adquisitiva, dependencia energética, delincuencia, psicopatías sociales, deterioro de las infraestructuras, errática política exterior y una sociedad cada día más inestable e insegura. Y aunque en Europa, y especialmente en España, llega una imagen especialmente distorsionada e histriónica de Trump, en su país es la alternativa para millones de norteamericanos. Cada día más. Y eso hace que sea mirado como el “líder” que el país necesita.
Vance, que también tuvo vida militar durante cuatro años de su vida, sabe lo que vale un peine. Claramente critica las barreras económicas y sociales estructurales para los pobres y la clase trabajadora, así como también critica a los pobres y a la clase trabajadora por sus propios hábitos cuando no luchan por sus propios intereses. Cuando se editó su novela, todavía no estaba en política, pero toda la progresía se lanzó para arrojarle a la pira por: «culpabilizar a las víctimas». Nuestro autor, ahora candidato, afirma que la verdadera clase trabajadora desprecia a los que no luchan por los suyos. Reniega de los que, desviando balones permanentemente, responsabilizan a los demás de todos sus problemas:
“No escribí este libro porque haya conseguido algo extraordinario. Escribí este libro porque logré algo bastante ordinario, que no le ocurre a la mayoría de los chicos que crecen como yo”.
Vance, posiblemente sea una respuesta natural a nuestra cambiante sociedad. Y ésto, no lo vamos a negar, contribuye a la polarización. Personalmente hay que aceptar el enfrentamiento, y rehusar del yugo que nos quiere imponer tanta absurda tibieza. Desde el alumbramiento de la Agenda 2030, y todos sus tentáculos (“doctrina del cambio climático”, “desarrollo sostenible”, “corrección política”, “estudios de género”, “multiculturalidad”, “igualdad, inclusión, diversidad”, etc.), parece evidente que el establishment ha pisado el acelerador. Las élites gobernantes, cada día más endiosadas en su dinero e hipócritas programas, se han obsesionado con imponernos sus valores…o su carencia de valores. Las marionetas, y quienes manejan los hilos, se han percatado de que la tarea de “ingeniería social” no puede realizarse escalonada y serenamente, so pena de generar una respuesta electoral en sentido contrario y, por eso, han puesto la máquina a todo gas.
Los perfiles de Trump y de Vance son lo más opuestos que pueden ser las historias de dos hombres. Mientras que Trump tiene una visión del mundo del tipo “sólo yo puedo arreglarlo”, Vance adopta un enfoque mucho más humilde y centrado en sus propias capacidades.
Trump ni tiene ideología, ni tiene partido, ni tiene estructuras de poder: todo depende de él, de su carisma, de su energía. Es un tribuno del pueblo que puede retornar al Consulado, en su anterior mandato poco le dejaron hacer y fue sistemáticamente traicionado por una administración virada en sí misma y su supervivencia. Si le reeligen y ejecuta lo que promete, la situación será revolucionaria. Y cuando Trump falte, Vance tiene la pinta de ser el mejor de los testigos, dado que supera potencialmente al origen. Los norteamericanos están profundamente divididos por un odio cada vez más violento e irreconciliable, producto de la dictadura de las minorías, de la destrucción de las clases medias y del poder sin freno de una oligarquía que vive dándole la espalda al mundo y a su gente.
Algo que me atrae bastante de este hombre son sus dudas, habla de capacidades, de tesón, de voluntad, pero no tiene recetas fijas. Realmente admite que es difícil encontrar respuestas:
“No sé cuál es la respuesta, precisamente, pero sé que empieza cuando dejamos de culpar a Obama o a Bush o a empresas sin rostro y nos preguntamos qué podemos hacer para mejorar las cosas”.
Luis Nantón Díaz
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SIEMPRE APRENDIENDO
Ante todo gracias por tu visita.
Te presento un recopilatorio de los artículos que semanalmente se publican en el CANARIAS 7, y que con auténtica finalidad terapéutica, me permiten soltar algo de lastre y compartir. En cierta medida, de eso se trata al escribir, de un sano impulso por compartir.
La experiencia es fruto directo de las vivencias que has englobado en tu vida, y mientras más dinámico, proactivo y decidido sea tu carácter, mayor es el número de percances, fracasos, éxitos… Los que están siempre en un sofá, suelen equivocarse muy poco…
Y, posiblemente eso sea la experiencia, el superar, o al menos intentarlo, infinidad de inconvenientes y obstáculos, procurando aprender al máximo de cada una de esas vivencias, por eso escribo, y me repito lo de siempre aprendiendo, siempre.
Me encantan los libros, desvelar sus secretos, y sobre todo vivificarlos. Es un verdadero reto alquímico. En su día, la novela de William Goldman “La Princesa Prometida” me desveló una de las primeras señales que han guiado mi camino. La vida es tremendamente injusta, absolutamente tendente al caos, pero es una experiencia única y verdaderamente hermosa. En esa dicotomía puede encontrarse ese óctuple noble sendero que determina la frase de aquel viejo samurái: “No importa la victoria, sino la pureza de la acción”.
Como un moderno y modesto samurái me veo ahora, en este siglo XXI… siempre aprendiendo. Los hombres de empresa, los hombres que intentamos sacar adelante los proyectos de inversión, la creación de empleo, los crecimientos sostenibles, imprimimos cierto carácter guerrero a una cuestión que es mucho más que números. Si además, te obstinas en combinar el sentido común, con principios, voluntad de superación y responsabilidad, ya es un lujo.
Si también logramos inferir carácter, lealtad y sobre todo principios a la actividad económica, es que esa guerra merece la pena. Posiblemente sea un justo combate.
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