Hay que admitirlo. El nivel de deterioro social es tan profundo, que las noticias no sirven para estar informados, sino para encubrir el último escándalo, la bajeza más reciente o la cretinada más arrojada. Frenético ritmo de información que en nada ayuda a ser mejores, y generalmente son cortinas de humo auspiciadas desde el poder. Sí es prudente, si nos da tiempo, buscar siempre a quién beneficia una noticia o una novedosa corriente de opinión.

Los fariseos del progresismo están inmersos en un enloquecido aquelarre para destripar públicamente a uno de los suyos. Y eso que con los “suyos”, siempre aplican su doble moral. Esa izquierda censora e hipócrita que lleva años dedicada a buscar el revanchismo y la fractura entre los españoles bajo la ficción de su supuesta superioridad moral, se está haciendo un impúdico harakiri ante los ojos atónitos del personal. Empezamos por ocultar los pecadillos durante años, y terminamos defendiendo la “presunción de inocencia” que brutalmente se le niega a cualquiera que no esté bendecido por la santidad del progresismo más fanático e insustancial.

En esta histriónica “caza de brujas” estimo necesario destacar tres cuestiones colaterales. En primer lugar, el asunto le viene fantástico al PSOE de su Sanchidad para desviar la atención, aunque sea por unos días, de todos los sonados casos de corrupción a los que están vinculados. Por otro lado, la idoneidad del alboroto, justo cuando se rumorea la posibilidad de un adelanto electoral, y donde Pablo Iglesias elimina a uno de sus competidores, de un plumazo, para una candidatura única de extrema izquierda. Sea o no el Sr. de Galapagar el que ha aplicado el piolet trotskista a Íñigo para eliminarlo, la estrategia queda bien definida. Por último, y no menos importante, la miopía de la derechona globalista, que se inmiscuye en el penúltimo “pogrom” de la izquierda más radical, con unas desenfocadas llamadas a la moralidad. En lugar de intuir la jugada, esperar prudentemente, y dejarles que se den leña entre ellos, decide irrumpir en escena, con moralina de la buena, para que Podemos logre lo que pretende sin tan siquiera mancharse las manos.

Lo de Errejón es, ante todo, el derrumbe de un discurso, y por eso su comunicado final resulta groseramente apoteósico. Nos vendieron la idea de que las agresiones machistas eran consecuencia de un entorno ideológico y de una forma de pensar, y que por eso había que imponer un entorno ideológico alternativo. Por eso, han impuesto a golpe de decreto, un sistema legal y judicial verdaderamente aberrante. Gratuitamente se ha criminalizado al hombre, se han separado las familias y se ha eliminado lo más sagrado de un sistema de garantías, como es la presunción de inocencia. El que acusa, siempre ha sido así, donde impera la libertad, tiene que demostrar fehacientemente la culpabilidad del imputado.

Ya lo decía Antonio Escohotado, cuídate de mezclar moral y legal: “si la moral quisiera apoyarse en sanciones legales fomentaría hábitos hipócritas, y si el derecho quisiera sancionar una moral se haría sectario, fomentando el desprecio a sus leyes.” Aprovechemos esta tempestad mediática, antes de que se esfume, para intentar apostar por la concordia y por la cordura. Ahora que una vez más se les ve el plumero a los que viven de fomentar odio y división, aprovechemos para avanzar juntos. Utilizando otra cita, en este caso de la ensayista Mary Harrington: La situación social de las mujeres no se encuentra ni remotamente en el mismo punto que hace un siglo, ni siquiera de hace 50 años: “ya estamos bastante liberadas”, concluye la autora británica, y lo que deben hacer las mujeres hoy en día es «negociar nuevas condiciones sociales, no con el espíritu de un juego de ‘suma cero’ con los hombres, sino junto a nuestros maridos, novios, amigos, padres, hermanos e hijos. El objetivo no es volver a un pasado imaginario considerado perfecto, sino construir un futuro libre de la distópica búsqueda del progreso».

Sin embargo, en un mundo en el que solo el consentimiento y la voluntad determina lo moral, si lo que consentí, quise y deseé me ha hecho sentir como una basura, entonces la única explicación pasa por convencerme de que en realidad no quería. Estos inquisidores han llegado a tal nivel de locura, que despellejan a cualquiera, a toque de silbato.

Pese a ello, continúan focalizando todos los males en la cultura heteropatriarcal y en el neoliberalismo. Pero ¿qué consume esta gente? La gran Ángela Rodríguez “Pam”, verdadera musa del radicalismo “bien pagao”, resumía así en un tuit el asunto Errejón: «hijos sanos del patriarcado, ni más ni menos». No es una casualidad que casi todas las personalidades caídas en desgracia en nuestro particular y fallido “me too” respondan a un mismo patrón, que no es precisamente el del “macho de las cañadas”, el hombre tradicional que uno se esperaría tras tantos años de propaganda subvencionada destinada a demonizar a la mitad de la sociedad española.

Pero, más allá de esta izquierda “iluminada” por la Agenda 2030, existe un cómodo espacio donde apoltronarse de forma eco-resiliente. Y ha sido a ese espacio al que se han reajustado Podemos y Sumar para captar unos diputados, compitiendo con la apisonadora de Pedro Sánchez. La “nueva izquierda” se apropió del malestar  de “los indignados”, utilizando los patrones propagandísticos de la “vieja izquierda”, pero sin los lastres de la corrupción y un sinfín de proyectos fracasados. Con el imparable paso del tiempo, Podemos, o bien cayó en los mismos tics que el PSOE, o bien cayó en situaciones esquizofrénicas entre el “ser” y el “parecer”. En la actualidad, en España, se da la paradoja de que, en la izquierda, a la corrupción generalizada del PSOE, se une la degradación moral de la “nueva izquierda” derivada de la imposibilidad de vivir conforme a lo que predica.

Es aquí, en la inconsistencia farisea de los catecismos “woke” donde está lo más destacable de la tormenta Errejón. El semanario “The Economist” ha publicado recientemente un importante estudio en el que se muestra que el apoyo social que, en sus diversas facetas, recibe la ideología woke, está disminuyendo progresivamente. Todas estas perniciosas lacras de la ideología de género, racismo sistémico, lenguaje inclusivo, memoria histérica y catastrofismo ambiental, al parecer, están dejando de ser un negocio, una finca donde pastar alegremente, generando problemas donde no los hay.

En líneas muy generales, se explica en dicho estudio que el wokismo alcanzó su “pico” entre los años 2021 y 2022, mientras que ahora se ha iniciado, por fin, su declive, por más que declinar no signifique, huelga decir, que algo ya está muerto y enterrado. Todavía nos quedan muchos años de suplicio.

Si esta explosión de locura farisea, si esta ejecución mediática va a servir para algo, es para desentrañar nuevamente las locuras de una sociedad que se ha perdido a sí misma. A lo mejor, todavía estamos a tiempo de recuperar el pulso.

Luis Nantón Díaz