Una de las creaciones más pedagógicas de la antigua Grecia es el mito de Procusto. Este curioso paisano era un posadero que tenía su negocio en las pobladas colinas de Ática donde ofrecía alojamiento al viajero solitario. Allí, tras amena conversación, le invitaba a tumbarse en una cama de hierro donde, mientras el viajero descansaba, lo amordazaba y ataba a las cuatro esquinas del férreo lecho. Si la víctima era alta y su cuerpo era más largo que la cama, procedía directamente a serrar las partes del cuerpo que sobresalían: los pies y las manos, o la cabeza. Si, por el contrario, era de menor longitud que el mortal camastro, lo descoyuntaba a martillazos hasta estirarlo.
El temible Procusto continuó con su imperio de terror hasta que un día el inmortal héroe Teseo decidió enfrentarse a tan temible adversario. Teseo invirtió el juego y retó a Procusto a comprobar si su propio cuerpo encajaba con el tamaño de la cama. Cuando el pérfido bellaco se hubo tumbado, nuestro héroe lo amordazó y ató a la cama y, allí, le aplicó el simpático tratamiento para “ajustarlo” como él hacía a los viajeros. Le cortó a hachazos los pies y, finalmente, la cabeza. Eliminar a Procusto fue la última aventura de Teseo en su viaje desde Trecén hasta Atenas, acabando con tan singular y definitivo tratamiento.
La historia de Procusto que ha llegado a nosotros contada por Ovidio, ha quedado para siempre como una expresión proverbial para referirse a quienes pretenden acomodar siempre la realidad a la estrechez de sus intereses o a su visión de las cosas. A menudo las personas tóxicas tienen un loable empeño en agradar a los demás, pero resultan tan intransigentes que resulta mejor tenerlos lejos. La literatura universal ha utilizado frecuentemente esta emblemática figura y pronto se aplicó a diferentes entornos como la familia, la sociedad, la empresa o la política. Básicamente, Procusto se ha convertido en sinónimo de uniformidad y su síndrome define la más fanática intolerancia a la diferencia.
Hay posadas de Procusto, con diferentes algoritmos, que pretenden adaptarnos a una realidad homogénea donde aspiran alojarnos, sobre todo para los que se obstinan, en un mundo virtual, en convertirnos en meros perfiles sociodemográficos para ser vendidos por paquetes a los más potentes anunciantes. Las cúspides del poder están conformadas por ávidos censores siempre listos a actuar con su delirante sierra.
El poder necesita el control, y mientras más absoluto y potente, mucho mejor. Los grandes fondos financieros y sus dirigentes han propiciado la concentración de los principales medios de comunicación y las plataformas de entretenimiento, instrumentos esenciales para moldear a su gusto las sociedades y crear su nueva civilización, acorde a su nefasta agenda 2030. Desde hace décadas queda patente la contrastada concentración mediática en manos de magnates ajenos al tradicional mundo periodístico. Más del 95% de los medios de comunicación, están vinculados societariamente, o con algún tipo de participación a cinco grandes consorcios. Cinco grandes plataformas, repito, cinco a nivel mundial. ¿Alguien cree que tamaña concentración promociona la diversidad, la libertad o la independencia de la información? Pero apareció un nuevo frente, el de las redes sociales, con su oxigenante aire puro, con menos limitaciones, promocionando una refrescante y transparente libertad de expresión. Pero los de siempre también tienen que sofocar cualquier posibilidad de mensajes no autorizados, de corrientes divergentes. Ahora quieren controlar también esas redes sociales y reducir las posibilidades que internet brinda a la difusión de opinión independiente. Como este pluralismo ha venido a fastidiar a los fabricantes de opinión y perjudica los planes de la alienante globalización, con la disculpa de controlar los bulos, silencian las voces críticas.
Hay unos cuantos Procustos en este dinámico berenjenal. Newtral es la productora de “El Objetivo”, el programa de Ana Pastor en La Sexta. Maldita.es, se trata de un portal dirigido por periodistas también vinculados con La Sexta, auténtico boletín oficial del Gobierno, ya que con la tele pública y su sesgada información no es suficiente. Pues bien, ambas entidades, junto a EFE Verifica, –como todos sabemos EFE es la agencia gubernamental de noticias en España–, se han arrogado el papel de vigilantes de la veracidad de las noticias que circulan por las redes. El ministerio de la verdad existe, al menos en la práctica. WhatsApp recomienda acudir a Newtral, Maldita.es y EFE Verifica para consultar si los datos que recibimos por WhatsApp son auténticos, otra de las razones por las que la alternativa de TELEGRAM, y otras opciones, crecen exponencialmente. Por su parte Facebook, con su aplastante situación de dominio, determina que estas entidades directamente revisarán y evaluarán la exactitud del contenido en las redes españolas. Como no podía ser de otra forma, también Google y sus laminadores algoritmos ha incluido a Maldita como plataforma de coordinación en Europa para ayudar a reducir la difusión perjudicial de información falsa. Se trata de maquillar la realidad, mezclando la denuncia de bulos que efectivamente corren por las redes con el desprestigio de noticias y análisis auténticos, para “newtralizar” la mala imagen del gobierno. Por lo tanto, llegamos a la conclusión de que los autoproclamados verificadores de contenidos son a la vez juez y parte.
Si escarbas un poco en quién está detrás de todo esto, encontramos a International Fact-Checking Network (IFCN), red planetaria de Verificación de Datos, que supuestamente pretende promover las buenas prácticas periodísticas evitando la difusión de lo que han denominado fake-news. En los últimos años han obtenido muy cuantiosas subvenciones de entidades como Google, MacArthur Foundation, Bill and Melinda Gates Foundation, Carnegie Foundation, la Open Society Foundations y Omidyar Network. En definitiva, los de siempre.
Parece ser que nuestro moderno Procusto no apuesta por la fórmula directa del totalitarismo tipo “1984” de Orwell, parece ser que, para serrar nuestras libertades, será la venenosa tiranía mundialista que Aldous Huxley retrató en “Un mundo feliz” , la que nos haga esclavos sin darnos cuenta. Cuidado con estos elementos a los que les agradaría que acabáramos aislados de una sociedad que nos cierra sus puertas, por no poder concebir, ni soportar, la libertad.
Luis Nantón Díaz
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SIEMPRE APRENDIENDO
Ante todo gracias por tu visita.
Te presento un recopilatorio de los artículos que semanalmente se publican en el CANARIAS 7, y que con auténtica finalidad terapéutica, me permiten soltar algo de lastre y compartir. En cierta medida, de eso se trata al escribir, de un sano impulso por compartir.
La experiencia es fruto directo de las vivencias que has englobado en tu vida, y mientras más dinámico, proactivo y decidido sea tu carácter, mayor es el número de percances, fracasos, éxitos… Los que están siempre en un sofá, suelen equivocarse muy poco…
Y, posiblemente eso sea la experiencia, el superar, o al menos intentarlo, infinidad de inconvenientes y obstáculos, procurando aprender al máximo de cada una de esas vivencias, por eso escribo, y me repito lo de siempre aprendiendo, siempre.
Me encantan los libros, desvelar sus secretos, y sobre todo vivificarlos. Es un verdadero reto alquímico. En su día, la novela de William Goldman “La Princesa Prometida” me desveló una de las primeras señales que han guiado mi camino. La vida es tremendamente injusta, absolutamente tendente al caos, pero es una experiencia única y verdaderamente hermosa. En esa dicotomía puede encontrarse ese óctuple noble sendero que determina la frase de aquel viejo samurái: “No importa la victoria, sino la pureza de la acción”.
Como un moderno y modesto samurái me veo ahora, en este siglo XXI… siempre aprendiendo. Los hombres de empresa, los hombres que intentamos sacar adelante los proyectos de inversión, la creación de empleo, los crecimientos sostenibles, imprimimos cierto carácter guerrero a una cuestión que es mucho más que números. Si además, te obstinas en combinar el sentido común, con principios, voluntad de superación y responsabilidad, ya es un lujo.
Si también logramos inferir carácter, lealtad y sobre todo principios a la actividad económica, es que esa guerra merece la pena. Posiblemente sea un justo combate.
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