Uno de los grandes debates históricos se centra en si las civilizaciones desaparecen por un reblandecimiento de sus ciudadanos, por una progresiva pérdida de identidad y cohesión de sus gentes, o porque sus adalides van perdiendo entidad, carecen de nivel y no pueden liderar ningún ilusionante proyecto. Personalmente opino que los políticos, los fontaneros, las dependientas, los magistrados, los bomberos y las sanitarias surgen de esta sociedad, y con estos mimbres resulta bastante difícil que nos salga un cesto en condiciones. Con el material que ahora estamos elaborando en nuestras atípicas familias, y en los centros de adocenamiento, mejor no esperar muchos cestos. No se trata de una idea, no es una particular perspectiva, solo hay que saborear la calle.
Cada día me voy a descansar con el ánimo sereno, ante la perspectiva de que la chorrada inaudita que he podido masticar en la jornada que acaba, es el límite, es el paradigma de las burradas, y hemos alcanzado el esperado tope. Pero al día siguiente, o después de una semana, vuelvo a incurrir en una desanimante sorpresa, al analizar un nuevo disparate, una estrafalaria monserga que nos regala el “illuminati” del momento.
Todavía no me he recuperado de la teatral presentación del Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia de la Economía Española. Por lo que veo, el esquema es inventarse términos que nadie entienda, y hablar incesantemente de comités de expertos que nadie conoce. De hecho, hace tiempo que concluí que es mejor no conocerlos, por pura cuestión de salubridad mental. Todo palabras vacías, discursos muertos en origen, con las casposas referencias al cambio climático, la innovación tecnológica y demás retahíla de palabras vacías. La mayoría de los políticos ostentan un nivel muy bajo, tan exiguo como el nivel de exigencia del electorado. No se pueden presentar planes tan pueriles, no se puede jugar con el dinero del contribuyente sin rigor. Ya está bien de hablar sin conciencia, eliminando el simbolismo, el sentido, de conceptos tan importantes como libertad, igualdad, nación, cultura, monarquía, público, privado, riqueza, empleo, distribución. Por favor, dejen de ultrajar términos tan importantes, que deberían estructurar las propuestas, las planificaciones y las estrategias que necesitamos, y que estos incapaces no pueden presentar.
Pero ahora tenemos lo de la ESPAÑA 02050, que no sé si es un código de barras atrofiado, o ya estoy plenamente inmerso en Matrix. Nuestro presidente, que con su equipo de expertos está obsesionado en reescribir el pasado, nos vaticina cómo va a ser nuestro futuro en el 2050. Al menos el futuro que a él le gustaría. Un señor que no sabe resolver ninguno, absolutamente ninguno de los problemas que nos acucian en el 2021, nos sale ahora con esta teatral cortina de humo, confirmando lo que nos temíamos: piensa que somos un conjunto de irredentos toletes. Pero que muy toletes. Es verdaderamente insultante que con su retórica habitual, con sus hipócritas referencias a la cohesión y a la fraternidad, nos suelte una lista de embustes y chorradas que no son una previsión estratégica ni para él, ni para nadie. Solo tiene una estrategia, que es mantenerse, cueste lo que cueste, los dos años de legislatura que le quedan. Lo malo es que ahora, más que nunca, necesitamos otro discurso, con palabras como perseverancia, audacia, sacrificio, esfuerzo y trabajo, que consoliden una estrategia de verdad, para poder superar una situación que todavía hoy, no se ha calibrado convenientemente.
Siempre pervirtiendo el lenguaje, siempre encubriendo el mensaje, y todo ello con la colaboración de multitud de voceros a sueldo, que se encargan de encubrir la inexistencia de una estrategia para superar la crisis, mientras continúan con sus desparrames ideológicos y sectarios. Subimos impuestos, pero no son impuestos, creemos en la libertad, pero maniatamos la libre expresión con el pensamiento único que direcciona el dinero, voy a regalar unos indultos a unos delincuentes que crearon una brutal sedición, quebrando la sociedad y dilapidando ingentes recursos públicos, pero para no incurrir en la venganza y apostar por la concordia. Les da absolutamente lo mismo, y su descaro es proporcional a su voraz ambición para mantenerse en la poltrona.
No tenemos tiempo. Necesitamos hombres y mujeres honestos, serios, comprometidos, consecuentes, libres y responsables. No podemos continuar contemplando esta locura permanente en la segura y distante comodidad de nuestro sofá. No tenemos tiempo.
Luis Nantón Díaz
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SIEMPRE APRENDIENDO
Ante todo gracias por tu visita.
Te presento un recopilatorio de los artículos que semanalmente se publican en el CANARIAS 7, y que con auténtica finalidad terapéutica, me permiten soltar algo de lastre y compartir. En cierta medida, de eso se trata al escribir, de un sano impulso por compartir.
La experiencia es fruto directo de las vivencias que has englobado en tu vida, y mientras más dinámico, proactivo y decidido sea tu carácter, mayor es el número de percances, fracasos, éxitos… Los que están siempre en un sofá, suelen equivocarse muy poco…
Y, posiblemente eso sea la experiencia, el superar, o al menos intentarlo, infinidad de inconvenientes y obstáculos, procurando aprender al máximo de cada una de esas vivencias, por eso escribo, y me repito lo de siempre aprendiendo, siempre.
Me encantan los libros, desvelar sus secretos, y sobre todo vivificarlos. Es un verdadero reto alquímico. En su día, la novela de William Goldman “La Princesa Prometida” me desveló una de las primeras señales que han guiado mi camino. La vida es tremendamente injusta, absolutamente tendente al caos, pero es una experiencia única y verdaderamente hermosa. En esa dicotomía puede encontrarse ese óctuple noble sendero que determina la frase de aquel viejo samurái: “No importa la victoria, sino la pureza de la acción”.
Como un moderno y modesto samurái me veo ahora, en este siglo XXI… siempre aprendiendo. Los hombres de empresa, los hombres que intentamos sacar adelante los proyectos de inversión, la creación de empleo, los crecimientos sostenibles, imprimimos cierto carácter guerrero a una cuestión que es mucho más que números. Si además, te obstinas en combinar el sentido común, con principios, voluntad de superación y responsabilidad, ya es un lujo.
Si también logramos inferir carácter, lealtad y sobre todo principios a la actividad económica, es que esa guerra merece la pena. Posiblemente sea un justo combate.
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