Los venezolanos llevan disfrutando de las bondades del comunismo bolivariano desde 1998. Bien es cierto que las cotas más altas de pobreza se han iniciado desde hace 15 años, con el bocachancla impresentable de Maduro, que cada día de su deplorable existencia nos regala alguna de sus ingeniosas frases y elevados pensamientos. Una dictadura que ha expulsado de su propia tierra a más de 8 millones de ciudadanos para escapar del hambre y la opresión, no requiere de grandes análisis.

Desde mayo no tenemos embajadora española en Argentina, porque Javier Milei se hartó de tanto insulto y desplante de nuestro gobierno, y realizó un comentario sobre la esposa de su Sanchidad. Ésto y sólo ésto motivó la ruptura. Nada comparable con los conflictos brutales de Ucrania o de Palestina, ¿cómo se le ocurrió realizar un comentario sobre nuestra Presidenta? Pero en cambio, en Moncloa a nadie le preocupa lo que está ocurriendo en Venezuela. Un dictador tan corrupto como analfabeto está aplastando a su pueblo y aquí se habla de las actas, cuando se pueda, y en voz bajita. ¡Qué asco!

El infierno chavista resulta insoportable. En 2016 impidió la realización de un referéndum revocatorio; al año siguiente disolvió la Asamblea Nacional que, hasta ese momento, le era adversa pues estaba controlada por la oposición. Poco a poco, y a ver si les suena la canción, se fueron apoderando de todas las instituciones de la nación. Poco a poco, hasta tener a los amiguetes en todas las instancias del poder.

Las demandas antigubernamentales se hicieron cada vez más frecuentes y masivas, mientras la huida de venezolanos se tornaba constante, y la represión más y más feroz. En 2017 esas protestas dejaron un saldo de cerca de 200 muertos, más de 4.800 detenciones y casi medio centenar de casos registrados de tortura. La negra fama del Helicoide y su terror, no se le escapa a nadie. 

En 2018 se celebraron elecciones a la presidencia sin reconocimiento de la oposición y las primeras sin verificación de Estados Unidos ni de la Unión Europea. Sólo los directos beneficiarios del régimen obtenían ventajas que mejoraban sus niveles de vida, mientras la población general padecía hambre, desabastecimiento y la violación sistemática de los derechos civiles más elementales. Mientras tanto, el país y las condiciones de vida seguían un profundo proceso de deterioro que continúa día tras día.

La Oficina de la ONU para los Derechos Humanos, publicó en 2019 el Informe Bachelet, un pormenorizado detalle de la grave situación que atravesaba el país, las torturas, la crisis sanitaria y migratoria, reportando miles de asesinatos y un verdadero desastre del sistema. La dictadura venezolana envuelve sus bocadillos con el famoso e inservible informe de Naciones Unidas.

Como suele ocurrir con todos los fantásticos inventos comunistas, en el área económica Venezuela se ha convertido en un absoluto caos. Demasiadas circunstancias terribles, demasiado daño, desigualdad, injusticia, represión, demagogia y latrocinio se han combinado para el “mesiánico éxito del socialismo”. Preguntaba José Saramago, en uno de sus textos, cuánta pobreza y cuánta injusticia son necesarias para crear un rico, cuestión tan obvia como la inversa: ¿cuánta muerte y cuánta pobreza, cuánta desigualdad y cuánta injusticia son necesarias para crear un revolucionario chavista? Al menos en Venezuela tienen la fortuna de que pueden escapar de su país, no como en otros paraísos comunistas donde hacen muros para que no te pierdas sus excelencias.

A nivel económico acontecieron todas las catástrofes posibles: se registró la mayor hiperinflación de la historia; se profundizaron los problemas energéticos; paradójicamente en un país exportador de petróleo, ocurrió una crisis petrolera sin precedentes y la mayor parada energética de toda su historia. La carencia de políticas sanitarias niega a la población la asistencia más elemental, sumado a la carencia de medicamentos y medios básicos.

El reiterado amaño de las elecciones, especialmente las del pasado mes, ha sido tan chapucero, como colosal. Hasta países vinculados al factor más izquierdista del Foro de Puebla, están reconociendo el fraude y exigiendo las actas de las votaciones. La dictadura Venezolana, en respuesta, ha roto relaciones diplomáticas con medio continente. Sin embargo, Maduro insiste en negar su derrota e impuso el terror como mecanismo de conducción política. La líder opositora María Corina Machado no cesa de denunciar que el chavismo ha cometido fraude en el proceso electoral celebrado en la nación hispanoamericana, asegurando contar con más del 73% de las actas electorales que prueban la victoria del candidato opositor Edmundo González. Pero mientras lo aclaman, ambos continúan escondidos, para no ser detenidos, o algo peor.

Es indudable motivo de vergüenza, no sólo el silencio de la mayoría de la casta política comunitaria, y especialmente española, sino el fatídico papel activo como observadores de Zapatero, o de políticos de SUMAR o de BILDU. Todos ellos muy contentos, aprueban y apoyan el claro y transparente éxito del gobierno venezolano. De hecho, consideran que es un ejemplo de país socialista. Mientras escribo esto, se me aparece la imagen de Monedero, bailando en la fiesta de Maduro, el día del fraude electoral. Es que realmente se divierten, están en su salsa. Curiosamente estos caraduras, siempre adquieren la nacionalidad dominicana, pero nunca la de Venezuela. Y mira que ellos sí vivirían bien.

Resulta cansino el rollete de que esto no es socialismo, de que el socialismo, el comunismo, es otra cosa. Pero llevamos desde el siglo XIX con las teorías de Marx y sólo recogemos hambre y desolación. Además, hay otra evidencia, aún más lamentable y contrastada por la historia, y es que las dictaduras de la especie que se ha apoderado de Venezuela, no entregan el poder de manera pacífica. ¡Nunca! Los tentáculos de sus redes clientelares, desarrolladas durante 25 años de mamandurria y excesos de todo tipo, son muy fuertes. Por eso mantienen lealtad al oscuro dictador y sus adictos.

Como ocurre casi siempre, no son tiempos para mirar hacia otro lado, pensando que el conflicto está lejos. Ni está tan lejos, ni las prácticas de Chávez y Maduro nos son tan ajenas. Se trata de elegir entre civilización o barbarie, entre vivir con dignidad o sobrevivir en el vertedero acorralado por los carniceros. Ojalá no sea esa nuestra vergüenza.

Luis Nantón Díaz