OTRA CHAPUZA
Empecé a escribir porque cada vez es más difícil mantener una entretenida y
constructiva conversación. Debe de ser la nefasta influencia de esos aberrantes
“debates” en la televisión, donde no hay diálogo, sino berridos y aspavientos, mientras
todos se interrumpen y nadie se escucha. Posiblemente yo no había escrito una sola
palabra hasta que no coseché la suficiente frustración.
Que la COVID-19, hace más de un año, nos sorprendió a todos con el “pie cambiado”
nadie lo niega. Que era necesario cambiar las reglas del juego para afrontar la nueva
coyuntura está más que asumido, pero cada nueva semana, nuestros gestores y sus
inexistentes comités de expertos nos regalan una nueva chapuza.
Nos estamos acostumbrando a demasiadas cosas, pero muchas son absolutamente
gratuitas, perfectamente subsanables o evitables, con un mínimo de estrategia,
preparación y cualificación. Todas las semanas, muchos trabajadores, muchos
empresarios, esperamos la calificación semanal de la situación epidemiológica, para
que nos digan como podemos desarrollar nuestra actividad empresarial. Es casi
imposible organizar turnos de trabajo, evaluar horarios, la logística de suministros,
horarios de atención y apertura, publicidad…todo, cuando cada semana, cual oráculo
de Delfos, debemos vislumbrar que es lo que se considera adecuado o no. Así es
imposible fomentar el empleo, la estabilidad y el necesario estímulo económico,
abocándonos a una mayor e irrevocable ruina, mientras los políticos de siempre hacen
lo de siempre: puro y cutre teatro.

 

 

Este pasado viernes, al ir a desayunar al establecimiento de costumbre, me
sorprendieron con una libreta y un bolígrafo para que me identificara, incluido el DNI,
hora de acceso, apellidos, etc. Pensé que se trataba de una broma, sobre todo porque
se trata de un restaurante familiar, donde disfrutas de un afable y distendido trato, al
igual que los agradables platos de siempre. En definitiva, una familia y sus empleados
que también intentan salir adelante, pese a todos los contratiempos. Inmediatamente
pensé a quién se le habría ocurrido, mal y tarde, esta nueva chorrada, encaminada
únicamente a generar ambiente de control.
El gobierno central y la comunidad han demostrado que no tienen capacidad técnica y
organizativa para las estrategias más elementales, así que nos limitamos a generar
“olor a control” para tranquilizar al personal, cosa que pudiera estar bien, dentro del
esperpento, si se programa profesional y diligentemente. Fui de los primeros en
apostar por la trazabilidad en el seguimiento de la pandemia, pero eso no se instaura
de un día para otro, ni con una libreta y un bolígrafo. Eso se piensa y se desarrolla,
porque ya ha pasado tiempo, porque ya no se pueden permitir estas improvisaciones,
estos alocados giros de timón que sufrimos los que producimos, los que cotizamos, los
que aguantamos tantos desatinos.
Con independencia de que todas las agencias de protección de datos promueven el
principio de minimización, desde hace meses, tanto a nivel nacional como
internacional, existen numerosos ejemplos, y todos ellos muy asumibles, de gestión
electrónica de accesos, mediante códigos QR y diferentes alternativas. No hace falta
que inventemos nada, solo pensar en la gente, hacer los deberes, y procurar la menor
carga a los usuarios, intentando obtener las mayores ventajas. Eso se llama optimizar

recursos, eso es gestionar, y eso, al parecer, conjuga mal con el oráculo y la pitonisa.
Mientras todos pacientemente compartiendo el mismo bolígrafo, informando a todo el
mundo de a donde he ido a tomarme un café a la par de mi número de DNI, generando
una nueva y aberrante responsabilidad legal y administrativa al sector de la
restauración y solo para esa “fragancia” de control que tanto apasiona a nuestra clase
política.
Lo más patético de todo, es que no existen competencias, ni ganas, de gestionar todo
ese apabullante volumen de datos. Mientras algunos ahora mismo están pensando en
el nuevo ajuste de tuercas que nos impondrán el próximo jueves, las limosnas
gubernamentales, llamadas subvenciones o ayudas, se gestionan por las cámaras de
comercio, porque la administración reconoce que no tiene capacidad. No lo duden, no
hay capacidad, ninguna
Luis Nantón