Gracias a la acerada pluma de Juan Manuel de Prada estoy descubriendo al escritor argentino Leonardo Castellani, el Padre Castellani, dado que fue sacerdote católico. Este artista de las letras es considerado por muchos, y me subo al carro, un Chesterton de la lengua española por su carácter apologético y su transparente forma de ser. Quedó contrastado que fue denostado por su propia  Iglesia y ferozmente criticado por sus conciudadanos.

Castellani desarrolla una crítica permanente a lo que considera el gran mal de la Iglesia: el fariseísmo. Tenía absolutamente claro que si no se eliminaba  este veneno, la Iglesia estaba abocada al desastre. También criticaba los fallos y carencias de sus compatriotas además de enfrentarse a la sediciosa enfermedad del abatimiento y el derrotismo popular. Toda su vida luchó frenéticamente contra la afirmación de que «la Argentina no tiene remedio». El Padre Castellani rememorando el sentir de Ramon María del Valle Inclán decía que allí no se premiaba el mérito sino el ser sinvergüenza, y repetía «En nuestra patria hay dos cosas que no se perdonan: ser pobre y tener talento».

Al final, este combativo sacerdote lanzaba un mensaje de ardiente esperanza. Los problemas suelen tener una base espiritual. Las sociedades enferman por perder sus pilares espirituales. Castellani sostenía que si se solventaba la crisis de la Iglesia también lo haría la crisis de la Argentina, simplemente porque en su raíz más honda, las crisis siempre son espirituales y las soluciones también. Y mientras voy aprendiendo de Argentina y de su alma, me tropiezo con el reciente resultado electoral.

A lo mejor, la tormenta que esperaba Castellani ha empezado con el controvertido Milei, una auténtica sorpresa en los últimos comicios argentinos. Los más optimistas vaticinaban que podría alcanzar uno de cada cinco votos, no los casi uno de cada tres que ha conseguido. El porcentaje de votos, en las últimas elecciones primarias, se ha dividido en tres tercios. En último lugar ha quedado la sombra más lejana de lo que fue el peronismo, que ha recabado el apoyo del 28 % de los argentinos. Sergio Massa es el heredero del kirchnerismo, una versión abrumadoramente corrupta del rescoldo peronista. En segundo lugar, con casi idéntico resultado, está la fracasada derecha macrista, liderada por  Patricia Bullrich para las elecciones presidenciales. Y superando nítidamente los otros dos bloques, La Libertad Avanza y su líder, Javier Milei con casi el 31% del electorado.

Javier Milei no deja a nadie impasible. Su discurso no es que sea claro, es que es auténtico y transparente, repleto de contundentes aseveraciones, permanente invitación de fórmulas alternativas a desarrollar. Milei se ha trasladado del campo de lo meramente económico, a una concepción mucho más global. El mensaje es sencillo, elimina palabras huecas y apuesta por el sentido común. Ni más, ni menos: «El liberalismo es el respeto irrestricto del proyecto de vida del prójimo, basado en el principio de no agresión y en defensa del derecho a la vida, a la libertad y a la propiedad. Nuestras instituciones son la propiedad privada, los mercados libres de intervención estatal, la libre competencia entendida como la libertad de entrada y salida, la división del trabajo, y la cooperación social».

Cabe destacar, respecto a la participación, que hubo más de un 4% de voto en blanco y un 30% de abstención. Por ello, resulta más cómodo y práctico utilizar los cuartos, que los tercios. ¿Cuál es la importancia de este dato? La clave reside en la poca distancia entre las formaciones y su necesidad de ir a buscar votos o de otros candidatos o de ese cuarto que no se expresó el domingo pasado. Aquí está la llave que el próximo octubre otorgará la presidencia argentina.

Tres vectores consolidan el programa de «La Libertad Avanza» la agrupación de Milei:

La primera es la plena liberalización de la economía, sin renunciar a las protecciones sociales. La libre competencia es lo contrario de una economía intervenida y atrofiada, entre otros motivos, por las regulaciones que sirven a las estructuras que defienden el estatismo. El sistema actual requiere una voraz tributación, que como ocurre en la mayoría de los países, como España, exprime sin descanso a una clase media exhausta. Por ello, el programa también propugna una contención del brutal déficit público argentino, con un gasto estatal explosivo que potencia las redes clientelares y el servilismo de las paguitas. Se apuesta por la iniciativa privada, por la verdadera creación de empleo y la generación de riqueza.

La segunda idea es el desmantelamiento del sistema de compra de votos. Sistema alimentado por la malévola fórmula de las subvenciones y por una clase de partidos políticos que se sustentan con el soborno. Por un lado la compra de votos a cambio de unas ayudas que marginan y mantienen a la mayoría de los argentinos en la pobreza y por otro, la brutal corrupción de los dirigentes kirchneristas que amasan fortunas indecentes.  Los cuadros de «La Libertad Avanza» pretenden acabar con la primera corrupción, después con la segunda. Ya sabemos dónde reside el gran obstáculo.

El tercer vector, el más técnico pero también el más controvertido, es la dolarización de la economía. La inflación galopante es la secuela de la política socialista, por ello la propuesta más importante y ambiciosa, aquella sobre la que gira el plan de gobierno de Javier Milei, es la dolarización de la economía para terminar de cuajo con la inflación crónica. Estamos hablando de casi un 130% de inflación interanual, cifra que le hace extraordinariamente difícil la vida a la pauperizada sociedad argentina. La inflación es un problema pero también, el empobrecimiento que acompaña a la pérdida de valor de la moneda nacional. El dólar se intercambia ya por 600 pesos en el mercado 

Personalmente una de las vertientes que más me llama la atención de esta potente tormenta americana es su crítica al Foro de Sao Paulo y sus tenebrosos tentáculos. Este correoso político argentino denomina plaga a estos gobiernos de la izquierda y lo afirma sin fisuras, sin miedo. Denuncia sus desajustes económicos, su dependencia y su desaforado intervencionismo por la pobreza que generan, junto a un generalizado recorte de libertades.

Resulta imposible aventurar qué va a pasar ahora. La mayor parte de la escandalizada progresía clama por «recuperar» al pueblo. Pero se topan con el importante obstáculo de que esa operación exigirá un replanteamiento general de realidades que para los “pijos caviar” de hoy son territorio tabú: las identidades nacionales, las singularidades culturales y  las estructuras sociales naturales.  En definitiva, el resonante triunfo de Javier Milei en las primarias argentinas ha desencadenado un torbellino de emociones. Personalmente me gusta cómo encara su discurso, pero sobre todo porque es una auténtica revuelta. Me gusta mucho su forma de denunciar las mentiras de la izquierda, la incompetencia de sus vacíos discursos, la incoherencia de casposas estrategias que generan odio y diferencias en nombre de la igualdad. Creo que Milei también es resultado de esta época, pero es una natural reacción ante tanta tontería que nos tiene anestesiados. Posiblemente porque al igual que Castellani, centró el disparo en el fariseísmo de nuestra época.

Luis Nantón Díaz